Cuadro "Entre dos mundos"
Pintar el agua siempre ha sido un desafío y una fascinación. En esta obra busqué capturar ese instante suspendido en el que el cuerpo se convierte en parte del océano, en que los límites entre la piel y el reflejo se disuelven. El acrílico sobre lienzo me permitió jugar con la transparencia, las capas de color y el movimiento, intentando que cada pincelada se sintiera como una ola en sí misma.
La figura, envuelta en tonos cálidos que contrastan con la frialdad turquesa del entorno, no es un retrato de alguien en particular, sino una metáfora de la libertad: la sensación de soltar el peso del aire y entregarse a la ingravidez. El reflejo superior, distorsionado y cambiante, habla de cómo el agua no solo contiene, sino que también transforma nuestra percepción.
Más que representar una escena realista, mi intención fue invitar al espectador a sumergirse conmigo, a escuchar el silencio bajo el agua, a sentir la calma y la intimidad de ese instante en que todo se detiene y el mundo exterior desaparece.